“Quiérete tú primero”

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Tomando unas copas con un grupo de amigos, festejando el nuevo año, en una linda mañana de un sábado espectacular, y con una bella vista de niños jugando en una plaza, se discutía acaloradamente entre mis colegas, de la baja autoestima de los españoles, y de la visión de este tema que se tenía, desde el exterior, sobre este gran país. Se hacían hipótesis muy ajenas a las que yo tenía como extranjero, y a las que sé que se tienen por parte de la mayoría de los ciudadanos del mundo. En este artículo no entraré en análisis históricos sobre este tema, pues ya esos aburren. Solo les comentaré, desde mi humilde visión, lo que creo sobre éste. En primer lugar, es desatinado pensar que hay una pobre visión sobre España en el exterior, todo lo contrario, España en el mundo entero se reconoce como un país próspero, de bellos paisajes y pueblos, uno de los países que mejor variedad de comidas brinda, de personas alegres y emprendedoras, joviales, compartidoras, y serviciales, con una variedad de culturas, dentro de la propia nación, tremenda, en donde se conservan con esmero sus tradiciones, y se enseñan y comparten con especial orgullo.
En España pueden encontrar de todo, montañas nevadas, serranías exclusivas, ríos impresionantes, bosques protegidos y muy bien conservados, playas de todo tipo y climas para escoger, desde muy fríos al norte a muy cálidos al sur, una variedad musical y danzaría única, envidiable, que se escucha y baila por los rincones más apartados del mundo, como ejemplos: el flamenco, la rumba catalana, entre otras.
¿Cuántos en el mundo no darían todo lo que tienen por estar en un San Fermín, en una corrida toros, tan únicos y tradicionales de España?, ¿Cuántos quisieran hacer el camino de Santiago?, ¿Cuántos quisieran visitar La Alhambra, la plaza de Sevilla, la Escuela de Equitación de Cádiz, sus carnavales de comparsas y chirigotas, la Sagrada Familia o las Ramblas de Barcelona? Sería bueno un día contabilizar cuántos ciudadanos en el mundo tienen colgados en su pared uno de esos cuadros que anuncian una corrida de toros y ponen su nombre, cuántos decoran su habitación con carteles del Real Madrid o del Barça, entre otros.
Todo esto es lo que desde el exterior se percibe de España, y es más que suficiente para que cada español se sintiera orgulloso de serlo.
El problema que se tiene es desde adentro, tienen que empezar a quererse más, a valorar más lo que tienen y lo que son, a potenciar más sus fortalezas y no hacer tantas apologías a las de otros. Y a pensar más todos como nación compacta, y no fragmentada y separada por odio e intereses partidistas que no llevan a nada. Los verdaderos intereses de una nación deben estar por encima de las ideas, intereses y mezquindades de hombres, partidos, ideas políticas o religiosas. A la nación, la ética , la moral, y el respeto y cum-plimiento de las normas jurídicas la fortalecen, lo contrario es el camino a la barbarie.
Hace unos días veía la final de un concurso español que se ve en todo el mundo, “Operación Triunfo”, y pensaba en el poco amor que se tienen, si se hace un balance, sus concursantes cantan más en inglés que en castellano, o en catalán, o en cualquier otra lengua española, al final todos sus competidores hacen un esfuerzo por cantar en inglés, “esto sí da pena”, pues cualquier angloparlante que los escuchara, se reiría de la mala pronunciación y todos nos preguntamos: ¿no es suficientemente bello el Castellano?, ¿el concurso no es para España? Vale preguntarse si en Estados Unidos o en Inglaterra sus competidores defenderían canciones en español en su final. Tiene que empezar por quererse uno primero, para que luego te quieran otros; la historia ha demostrado, con especial elocuencia, que mientras más nacional, típico, tradicional eres, más internacional llegarás a ser, nadie es rey en patio ajeno. Imitar a otros nunca es tan elegante, pues por mucho que te esfuerces nunca estarás a la altura de los originales. Lo mismo pasará contigo cuando, con orgullo y conocimientos, seas portador de tus raíces, tradiciones, forma de hacer y pensar del pueblo o país donde naciste o al cual representas. Está claro que los primeros responsables son los que, por lucro personal, permiten todo esto y no utilizan bien los medios de comunicación que llegan a todos, especialmente a jóvenes y niños, que crecen ya valorando más las culturas ajenas sobre las propias, e inoculándoles esa manera de pensar, de que su cultura no está a la altura de otras, que sí se han preocupado por inculcar a su pueblo amor y orgullo por lo suyo.
Tómense dos horas solamente para ver la televisión o programas de los Estados Unidos, o si en una película ponen subliminarmente más de dos veces su bandera, su Himno Nacional, la veneración a la seguridad nacional, el orgullo por su idioma, miren si y ven en algún programa a alguien compitiendo en un idioma que no sea el suyo. No, no lo hacen, todo lo contrario, se esfuerzan por dar la imagen de una gran nación de triunfadores, para que sus generaciones crezcan orgullosas del país donde nacieron y no tengan la visión que aquí se tiene, desgraciadamente. Vivir en un país donde el Himno Nacional no tiene letra, da mucho qué pensar, ¿es que acaso España no tiene historia suficiente para contar?, ¿no hay quien pueda hacer un himno conciliador, que los incluya a todos como Nación? Bueno, quizás este espíritu inconforme, polémico, crítico y contradictorio sea parte esencial de este pueblo, y de hecho, una tradición muy suya, y algo de lo que también puedan sentirse orgullosos, por lo diferente, pero, si así fuese, solo y desde una opinión no española del asunto, lo único que puedo aconsejarles es que aprendan a quererse más ustedes mismos, para que después puedan entender que todos en el mundo aman y quisieran, alguna vez, conocer a España.

Erasmo Lazcano López

*Máster en Ciencias

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